LA CLAVE CONSISTE EN DELEITARSE
©Giuseppe
Isgró C.
Escudero,
-dice Hidalgo, la clave consiste en deleitarse con lo que la Divinidad prefiere,
según la ley cósmica.
A esto, Abulabás
Ben Alarif de Almería, lo denominaba la paciencia en Dios, que es la de los
perfectos, aunque siempre perfectibles ad infinitum.
Todo obedece a
una causa y su inherente efecto, a una siembra y recogida, a una acción y
reacción, al karma y al vipaka.
Implica
percepción y comprensión de la realidad que se afronta, y de los principios
cósmicos que rigen la vida. La posesión de la visión del qué, del cómo, del
cuándo, del dónde, del quién, del cuándo, y del por qué. Igualmente, de los
beneficios equivalentes que toda adversidad trae consigo y de la certeza de
que, después de la tempestad, siempre vuelve a salir el arco iris.
La adversidad es
como el riego del agua que aporta la tempestad, a la madre naturaleza, para
vivificarla, constantemente, en un eterno ciclo que se repite ad infinitum,
cada vez en un nivel acorde con las circunstancias del ambiente y lo precisado.
Se extrae,
afrontando toda situación, de fuentes internas, el conocimiento necesario, por
la intuición y la inspiración, por el estudio y la meditación, y el poder
potencialmente infinito que se anida en cada ser, adquiriendo, en cada caso, la
experiencia que precisa, y el desarrollo de la aptitud, o conciencia
perceptiva, comprensiva y realizadora. También, el fortalecimiento de la
actitud, en la prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza, la belleza y
la paciencia, como derivativo de la sabiduría de los valores universales y de
los atributos divinos. Esto permite resolver cualquier situación que se
afronta, o alcanzar toda meta trazada, en tiempo oportuno, ad infinitum, por
cuanto el camino de la vida, es infinito, sin límites, en el eterno presente.
Cuánta paciencia se requiere, Escudero, para recorrerlo, y aún después, queda
la eternidad por delante. Medita en ello, Escudero. Sólo así podrás centrar tu
atención en cosas esenciales y perdurables.
La clave, Escudero, consiste en saber cuánto tiempo se requiere para realizar cada cosa y no en querer alcanzarla antes de tiempo, para mantener el ritmo esencial, y natural, con deleitación y ánimo contento, con serenidad e impasibilidad.
La clave, Escudero, consiste en saber cuánto tiempo se requiere para realizar cada cosa y no en querer alcanzarla antes de tiempo, para mantener el ritmo esencial, y natural, con deleitación y ánimo contento, con serenidad e impasibilidad.
Mientras el vulgo
se esfuerza por hacer más llevadera la adversidad, y los novatos en afrontarla,
aligerando en algo las cargas, el sufí que alcanzó su condición de tal al
aceptar los designios de la Divinidad y deleitarse en la “preferencia” de Dios,
por la ley cósmica, se deleita con lo que acontece. Saca el beneficio
equivalente y la lección inherente, en todo cuanto ocurre y afronta,
serenamente, con calma imperturbable.
Tiene presente, y
afirma: Lo que Allah quiera; nada se le asemeja, y sigue, con deleite su
camino, ad infinitum.
La paciencia de
los perfectos, Escudero, es como un termostato que mantiene la temperatura
constante, en el medio ambiente. Perfecto, Escudero, únicamente es el Gran
Arquitecto del Universo, por eso hay que seguir sus designios de perfección
percibiendo su inspiración en la conciencia, por el lenguaje de los
sentimientos de los valores universales, o atributos divinos.
La paciencia,
Escudero, es el termostato que mantiene la mente programada, con naturalidad,
para observar, prestando atención a lo esencial, para comprender, discerniendo
entre lo que debe hacerse y lo que debe ser evitado, haciendo lo pertinente, en
cada caso, según los designios de Dios y de la ley cósmica: con ánimo contento
y deleitación.
La clave,
Escudero, consiste en deleitarse con lo que la Divinidad prefiere.
Gracias, Hidalgo,
-dice Escudero, meditaré a fondo en lo que dices, ya que, me parece, que aquí
residen muchas claves para rendir la existencia más útil y feliz.
Adelante
Escudero.
Adelante,
Hidalgo, para gloria del Eterno.
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