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viernes, 21 de julio de 2017

CÓMO TOMAR LAS RIENDAS DEL DESTINO?



CÓMO TOMAR LAS RIENDAS DEL DESTINO?

©Giuseppe Isgró C.



 M
ediante este diálogo, Hidalgo y Escudero tratan un tema que apasionará a todos, por cuanto, desde remotos orígenes, la humanidad siempre se ha interesado por saber lo que le depara el futuro.


-Hidalgo, -dice Escudero-, a raíz de nuestra anterior jornada, me han venido a la mente incontables ideas, y preguntas, sobre las cuales me gustaría que hoy me respondieses. La primera de ellas es: Existe el destino? Qué es realmente? Y, de qué manera se relaciona con la ley de afinidad y otras leyes o valores universales?
-Escudero, como siempre tus preguntas denotan la agudeza de tu ingenio y la profundidad de tus meditaciones. Efectivamente, como tú lo has dicho, en nuestra jornada anterior se abordó el tema de una manera indirecta, aunque, implícitamente, se encuentran las respuestas de esencial interés.
-Escudero, siendo el ser humano, y cada uno de los seres en los cuatro reinos naturales, una expresión indivisa de la Divinidad, desde el mismo instante en que inicia su vida con conciencia individualizada, en el Alma Universal, que es la esfera espiritual, da comienzo, simultáneamente, al eterno camino del retorno en la búsqueda y en el reconocimiento de lo que Él, a nivel de Ser Universal es, o representa. Al mismo tiempo, como ser individualizado en la conciencia, aunque sin separarse del Ser Universal, y sin dejar de ser Él, se transforma en un instrumento de su voluntad para realizar los planes de la Creación, ad infinitum, dada la eternidad del Espíritu y de la vida.
-Por lo tanto, Escudero, el primer destino del ser individualizado, en los cuatro reinos naturales, es el eterno retorno hacia el Ser Universal. Camino que recorrerá en el eterno presente para reconocer en sí mismo todo el bagaje sin límites, en conocimiento y poder creador, en todas las vertientes y variantes, y en grado infinito, del Ser Universal.
Esto quiere decir, Escudero, que el ser humano –y cada uno de los seres de los cuatro reinos naturales-, posee en sí mismo, en grado potencialmente infinito, todo el poder creador y el conocimiento del Ser Universal, con todas las vertientes y variantes en que pudieran desarrollarse  por toda la eternidad.
Pero, el ser humano eternamente expresará, sin agotarlo jamás, todo su caudal de poder creador potencialmente infinito y la  innata sabiduría de su Espíritu, que se expresará gradualmente en su conciencia por el sentimiento de los valores universales. Ese es su primer destino como ser.
El segundo destino, es que, como ser individual está asignado para cooperar en los planes cósmicos de la Creación y a obtener una gratificación, denominada Salario Cósmico, como aliciente de logro que le vaya permitiendo la percepción de que va alcanzando determinadas metas, hasta culminar la primera fase del objetivo supremo. Ese logro de mayor relevancia es el de Maestro de la Creación. A partir de ese rango, se transforma en un cooperador y artista cósmico que coadyuvará al diseño y creación de nuevos mundos, con competencias especiales, en la expansión del Universo. Es sólo cuestión de tiempo: Numerosos ciclos de vidas en una gran cantidad de mundos. Un paso a la vez, y mientras tanto, disfrutar el proceso de aprendizaje y de creación. La vida misma nos va llevando de las manos.
Cada ser, al cumplir una determinada etapa de cooperación, recibe el respectivo salario cósmico, como compensación, que es un pago integral y trasciende toda otra modalidad de remuneración. Este salario cósmico se traduce en un más elevado estado de conciencia, en la adquisición de una mayor capacidad de hacer o de dejar de hacer, así como en el desarrollo de una mejor aptitud para la asunción de responsabilidades de jerarquía superior. Pasa a engrosar su suma existencial, algo así como un saldo de vida, en su cuenta de Debe y Haber.
Luego, Escudero, existe un plan para la Creación en base al cual cada ser realiza sus respectivas obras en los cuatro reinos naturales. Dentro de ese plan universal, cada quien elige libremente, dentro de ciertos parámetros, los objetivos de cooperación con los cuales dará su aporte a la obra completa. Esa elección libremente efectuada, de acuerdo al nivel de conciencia alcanzado, conforma su propio plan de vida. Este plan de vida, con sus respectivos objetivos seleccionados, y debidamente planificados en el espacio y en el tiempo constituyen un destino para el ser humano.
Es un destino que el mismo ser elige, enmarcado por los parámetros de los valores universales, y leyes cósmicas, en la dimensión espiritual, antes de venir a su existencia física, en el planeta de turno en que le toque hacerlo.
Y ese plan de vida funge para él como destino, en diversos sentidos a nivel de existencia física. Si él elige a una persona como cónyuge, y, entre ambos, tener cinco hijos, por afinidad o efectos del karma, en esa existencia traerá como destino contraer matrimonio con ese ser ya previamente programado, y procrear, o concebir, en el caso de la mujer, los cinco hijos que eligió. Y serán su cónyuge e hijos precisamente esos Espíritus que conjuntamente con él, o con ella, elaboraron su respectivo plan de vida, a los efectos de formar familia.
Por efecto de ese destino previamente elaborado, en parte por afinidad, y en parte por la ley del karma, oportunamente encontrará a esa persona que está prevista de ser la cónyuge, o el cónyuge, y en el tiempo oportuno programado nacerán los cinco hijos. Era un destino que traían esos seres. Pero, se trata de un destino que tiene muchas vertientes y variantes, y diversos orígenes.
En los casos que un ser haya elegido, por efecto del karma, o por afinidad, tener un determinado número de hijos en diversos matrimonios, por las razones que fueran. En primer lugar, para cumplir con las obligaciones de dar las vidas que se deben. Las segundas, una vez cumplidos esos compromisos de rigor, para formar una familia con miembros de mayor afinidad y con objetivos comunes de crecimiento y estudio. Esa es la razón, cuando observamos que determinadas personas, después de uno o varios matrimonios aparentemente infructuosos, en terceras o cuartas nupcias, conforman una familia que manifiesta una perfecta estabilidad y armonía. Ya los integrantes de la misma se habían liberado de sus compromisos previos, y quedaron en libertad para vivir su vida en armonía con sus propias afinidades. Empero, esos lazos familiares mediante los cuales se dio cumplimiento a obligaciones contraídas, contribuyen a crear afinidad entre los seres y un mayor acercamiento. Y sobre todo, un respeto mutuo, fruto de la convivencia y nexos de sangre.
-Escudero, -continúa Hidalgo-, dentro de este Destino pre-elaborado, forma parte de él el pensum de estudio que, para toda época, cada persona deberá estudiar dentro de los parámetros del planeta de turno. Es el equivalente a los programas de estudios de las Universidades, o Centros de Estudios, según la rama, o carrera, que cada cursante debe desarrollar para optar al grado respectivo.
En el libre desenvolvimiento de su existencia en la dimensión física, en cada época, en el planeta, se desarrollarán determinados niveles de estudio, que representan, como destino para todos, su estudio y aprovechamiento.
Este destino es inherente a la vida de cada mundo en que se viva, y corresponde a un grado de conciencia dentro de la conciencia universal.
Ese grado de conciencia que deberá desarrollar se encuentra implícito, también, dentro de su plan de vida previamente programado en la dimensión espiritual.
Evidentemente, dentro de este esquema cada ser tiene libre albedrío y dispone de libertad para hacer o dejar de hacer, para elegir o dejar de elegir, para cumplir o dejar de hacerlo su plan de vida, su misión y pruebas inherentes.
Pero, es una libertad relativa, enmarcada en los parámetros de los valores universales, que son los atributos divinos del ser individual con exacta proporción a los atributos divinos del Creador Universal, incluyendo su conciencia, que es una réplica, en cada ser, de la de Dios. Esos parámetros enmarcan al ser dentro de las normas universales  por las que debe regir su acción. Si así lo hiciere, cosechará los mejores resultados, por cuanto el Ser Universal, en su infinita sabiduría dejó establecidos, dentro de la conciencia, las formas correctas en que deben ser realizadas todas las cosas. Por eso a esos atributos divinos se le denomina sentidos cósmicos.
Empero, dado que el ser individual, en los cuatro reinos naturales, tiene libre albedrío, puede, por ensayo y error, ir experimentando libremente, y regirse o no por los parámetros de las leyes naturales, o valores universales.
Empero, al realizar las diferentes acciones, libremente ejecutadas, va experimentando los efectos inherentes en cualquiera de las dos polaridades: positiva o negativa. Y ese efecto resultante de la puesta en acción de una causa, genera, automáticamente, un efecto-destino. Es decir, los resultados de las acciones ejecutadas, implican un efecto destino. Es la siembra y la recogida. Quien siembra limones, recogerá limones. Es un destino implícito.
El argot popular, en su inmensa sabiduría, expresa: Quien siembra vientos, recogerá tempestades. Quien da amor, recibirá amor, tarde o temprano. Quien no la hace, no la teme. Quien la hace, la paga, antes o después. Acción y reacción, causa y efecto, actos y consecuencias, siembra y recogida. Dar y recibir, trabajar y obtener. Al hacer la cosa, surgirá, automáticamente, el poder para ejecutarla. Si surge una necesidad, como efecto de una causa, emergerá el poder suficiente para satisfacerla, como efecto de otra causa universal, que es la ley cósmica.
Si se elige un camino determinado, mientras se recorre se encontrarán en él determinadas circunstancias, condiciones, y/o la ausencia de otras. Lo que hay en ese camino, y lo que se encuentre en él en ese momento determinado, funge como destino.
Empero, al margen de lo que se encuentre, o de lo que se deje de encontrar, en el mismo, es sólo una parte del destino, es decir, el escenario en que se desenvolverá la propia acción.
Lo que se haga o deje de hacerse con esas circunstancias antepuestas a nuestro alcance, gestará otro destino, que como siembra aportará la respectiva cosecha. Habrá quien, frente a determinadas situaciones reaccionarán con evasión, dejando de asumir su responsabilidad, o dejando de afrontarla, y por supuesto, se privarán de los respectivos beneficios.
Otros, frente a esas circunstancias, mirando más allá de las apariencias, sabrán reconocer las oportunidades implícitas, y asumiendo su responsabilidad inherente, la resolverán y sacarán la nuez dentro de la cáscara, como beneficio. Ese destino potencial estaba encerrado dentro de la situación por resolver, y había dos caminos, cuya elección le tocaba ejecutar a la persona en particular: afrontar la situación o dejar de hacerlo.
En una u otra elección, había un resultado positivo y otro negativo, en determinados niveles enmarcados dentro de un máximo excelente y un mínimo satisfactorio de resultados factibles y probables, en el mejor y en el menos favorable de los casos.
Ese destino factible, al alcance de cada quien, en sentido positivo o negativo, dependía de la elección de la persona en particular.
De manera que, las circunstancias revelan el genio de la persona y la enfrentan a una disyuntiva, o encrucijada, y ésta deberá elegir cual de las dos vías recorrerá. Por supuesto, en uno u otro camino, encontrará cosas diferentes, que a su vez lo enfrentarán con su destino futuro.
Deberá afrontar, nuevamente, la realidad que se le presenta, y esta contendrá, otra vez, oportunidades inherentes, que dependiendo de lo que haga, le generará un resultado positivo y otro negativo.
En cualquier posición en que la persona se encuentre, el sentido hacia el cual debe dirigirse, siempre es el mismo. Puede alejarse de su meta, o acercarse. Pero, la meta está en su interior, el conocimiento está en su conciencia, los tesoros están dentro, no fuera. De manera, que, mientras más se aleja por el camino exterior, por las experiencias sensoriales, por la conciencia objetiva, se está alejando de su centro de poder, que está en su propio ser, en la esencia de la Divinidad interior, y al centrarse en ella, se conecta, automáticamente, con la Divinidad Universal, que es la misma y única Divinidad –indivisa- en todo lo que existe.
Entonces, el ser comienza a percibir que debe realizar su acción en una doble dimensión, la física y la espiritual. Pero la luz que ilumina la dimensión física se encuentra en la dimensión espiritual, en su propio Espíritu, y conciencia, a la cual debe acceder descentrando la atención del propio ego y centrándola en el yo interno. Al realizar toda acción, o trabajo desde su centro de poder, desde su centro de percepción intuitiva, o inspirativa, que es la percepción por excelencia, -coadyuvada, en la conciencia objetiva, por la lógica inductiva y deductiva, que sopesa el pro y el contra de cada situación, y le facilita la toma de decisiones-, va tomando el control de todas las situaciones que afronta, y las enmarca dentro de los parámetros de los valores universales.
Entonces, los excelentes logros que va obteniendo se encuentran en armonía con las leyes naturales. Dichos resultados, de esta manera, se interrelacionan con los previstos por el Creador Universal en la Ley Cósmica, y en los valores universales, así como en el pensum de estudio cósmico de la Creación, y en el respectivo plan del planeta.                                                      

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