Conductores de hombres
y la reconciliación con su conciencia
y destino divino.
Giuseppe
Isgró C.
01-07-2017
Escudero,
-dice Hidalgo-:
Los conductores
de hombres deberían ser más cuidadosos con el ejemplo que dan, sin que esto
signifique juzgarlos, ya que esa es una tarea de la propia conciencia de cada
quien y de la Divinidad.
Muchos se olvidan
que están siendo observados, y si supieran la indignación que causan muchas de
las palabras y acciones que ejecutan, la vergüenza que experimentarían le
harían esconderse en lo más profundo de la tierra y no salir de ella jamás,
hasta depurarse, una vez que vuelvan a recuperar la dignidad humana, y la
divina, también.
La cuestión es
que, muchos sí de dan cuenta de su indignidad y de la que provocan en sus
semejantes, pero, de momento le produce gracia, hasta que la Divinidad tome
lugar en su conciencia, que la tomará, y cuando esto ocurra, ya no tendrán paz,
hasta que se depuren, en el tiempo perfecto de Dios, que nadie escapa a su
acción pedagógica, y tarde o temprano, deberán enderezar los entuertos que
causan. A qué sirve, entonces, tanto alboroto, si al final no le va a servir de
nada, y los platos rotos, tendrán que pagarlos. O, acaso, muchos de ellos creen
que saldrán limpios de polvo y paja de esto?
Yo no lo creo,
Escudero. El escarmiento que le espera a los conductores de hombres que
equivocan el camino, es que a su vez pasarán a las manos de un capataz, cual
aquel Manuelote, en el Hato La Calzada, que forjó al Catire Páez como el hombre
más digno de Venezuela, el que lo dio todo para hacer grande a Venezuela.
La diferencia, es
que Páez siempre fue un hombre digno, y se encontró con Manuelote a la medida.
Pero, el Hato de la Divinidad, hay Manuelotes para todos los descarriados, en
el decir de Maimonides, que escribió la Guía de los descarriados para
reencontrarse con la Divinidad.
Eso es lo que
cada conductor de hombre debe hacer, en el planeta tierra, donde se observan
tantos descarriados en funciones de mando, conectarse con la Divinidad, y con
su conciencia, para que sus pensamientos, sentimientos, palabras y actos, sean
virtuosos, como los que pregonaba, Escudero, Don Quijote de la Mancha, y su
escudero, Sancho Panza.
Yo se, Escudero,
que tú eres un hombre que sabe recapacitar y reconciliarte con tu destino
divino. .
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