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viernes, 12 de julio de 2019

La última palabra, Escudero, ¿es posible?




La última palabra, Escudero, ¿es posible?

 

©Giuseppe Isgró C.

 

 

Escudero, -dijo Hidalgo: 

Galileo, en cierta ocasión, expresó: «Nada hay oculto que no deba ser sabido.» La ciencia, la filosofía y la incansable búsqueda del ser humano, demuestran que, todo cuanto se propone, será alcanzado indefectiblemente, si no abandona a mitad de camino. Esta aptitud innata potencialmente infinita del Espíritu, por medio de la experiencia, en su ascenso hacia el progreso y elevación de los estados de conciencia en las ilimitadas estaciones de la vida, va descubriendo la realidad del entorno universal en que interactúa, y al mismo tiempo, el potencial de los atributos divinos de que se encuentra dotado, cada ser, -en los cuatro reinos naturales- tanto en conocimiento como en poder creador.

Esa interactuación con el entorno universal extrae de su ser interno lo que precisa para resolver situaciones, descifrar enigmas o alcanzar cualquier objetivo que se proponga, siempre que sea realista, alcanzable e implique un reto. Esto, en algunas ocasiones podría requerir más de un ciclo existencial en la dimensión física para ser realizado, como, por ejemplo, en la invención del avión, por Leonardo Da Vinci, y cualesquiera otros, de los incontables descubrimientos, hasta ahora, y ad infinitum, en el eterno presente.

Es un proceso gradual; pero, en un momento dado, en los niveles rudimentarios de desarrollo, determinado número de personas no perciben que exista otra realidad más que la que conocen, y encontrándose inmersos en determinados estados de conciencia, o niveles de confort, parecieran no estar interesados en la realización de un esfuerzo, o búsqueda de nuevos niveles de conciencia, por el estudio, la investigación, la reflexión objetiva y la meditación subjetiva, trascendiendo los límites del razonamiento por la lógica inductiva y deductiva.

Pero, la vida, o la inteligencia infinita del universo, en su inmensa sabiduría plasmada en la eterna ley cósmica, va expresándose en la conciencia de cada ser, en los cuatro reinos naturales, en forma de insatisfacción, y no le permite, sin violentar su libre albedrío, dormirse en los laureles de los logros del pasado, haciendo surgir, en su conciencia, por el mecanismo natural de las necesidades, y las potencias motivadoras encerradas en lo íntimo de todo ser, la inquietud, la visión, o la necesidad y anhelo de alcanzar otros niveles de realidades, o experiencias gratificantes, o de realización. Por eso el progreso es indetenible, y lo que hoy, al igual que le ocurría al hombre de la caverna, de Platón, que no creía en la existencia de otra realidad que la penumbra en que se encontraba, y que fuera hubiese un sol luminoso, incontable número de seres reciben el estímulo, de la misma vida, por las realidades que se afrontan en las distintas fases existenciales, de despertar y mirar hacia adentro, y hacia afuera, hacia arriba y hacia abajo, hacia lo inmensamente grande, y hacia lo inmensamente pequeño, demostrando, o comprobando, al igual que lo expresara Hermes Trismegisto y Anaxágoras:

-Que arriba y abajo es igual, y viceversa.

-Que lo mismo que hay adentro, es lo que se encuentra afuera.

-Y, que lo inmensamente grande es idéntico a lo inmensamente pequeño, y su potencial infinito, exactamente igual. Allí está, entre otras cosas, la Homeopatía para demostrarlo, con las diluciones infinitesimales, mientras más altas las diluciones, y menos substancia física exista, más se libera la potencia de la energía que le es inherente. La física contempla muchos otros ejemplos.

La pregunta clave, Escudero, es: ¿Quieres, tú, conocer más de lo que sabes, o lo que hoy ignoras?

Como dijo aquel, cuyo nombre se ha perdido en las lejanas noches de los tiempos: Escudero, ese es tu problema. Que felicidad experimentarás el día en que adquieras conciencia de esa realidad, ya que, paralelamente percibirás que, conjuntamente con la necesidad de un mayor conocimiento, percibirás que ya posees el poder para obtenerlo, y, luego, comprenderás, también, que ya lo poseías en estado de potencialidad infinita, en tus atributos divinos.

Al final, se percibe que no sólo existe identificación entre lo grande y lo pequeño, entre lo que hay arriba y abajo, entre lo de adentro y afuera, sino, también, entre la Divinidad y cada ser en todos los reinos conocidos, y probablemente, alguno más por conocer, aunque ahora no lo percibamos.

Siempre habrá alguno que estime que esto no es asunto de él; empero, al margen de esa irrelevante, y temporal opinión, sí es asunto de todos, y por ese camino, y tantos otros, hay que andar, en algún momento.

Por eso, no hay que anclarse en el pasado, pensando que los grandes maestros dijeron la última palabra: la última palabra no será alcanzada jamás, afortunadamente, Escudero. Mejor dicho: surgirán neologismos nuevos que representen emergentes realidades percibidas, que precisen darle un nombre. Por eso es una excelente práctica la lectura de los diccionarios de todo tipo, para conocer el significado de los nombres. Cuánto más lo es la lectura de todo lo que se ha escrito, en la historia conocida y por conocer, lo que implica el significado de las palabras, y además, de las esenciales inherentes a los valores universales, a los roles que se asumen, a los compromisos adquiridos, para poder cumplir con lo que se promete, o para no prometer lo que no se tiene ganas de cumplir. Pero, si tomas la cosa, Escudero, hay que pagarla. Y si no la pagas, en dinero, estudio, esfuerzo, dedicación, trabajo, etcétera, etcétera, jamás será tuya en el sentido correcto de la palabra. Persiguiendo la última palabra, las vamos conociendo, una a una, las existentes, como ventanas que se abren al mundo, por las cuales vemos las realidades exteriores, desde adentro, y desde afuera, las de adentro. Cada palabra es una ventana al mundo, y al universo, que no contiene, únicamente, el planeta tierra, sino mucho más de lo que se pueda pensar, ahora, y que, algún día conoceremos en mayor grado, aún. 

Escudero, jamás aceptar límites de ninguna naturaleza, de nadie ni de nada, es la clave. Siempre busca un más allá y lo encontrarás, ad infinitum, en el eterno ahora, y a la Gloria del Eterno. 

Adelante.

 

 

 

 

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