CONOCIMIENTO
E IGNORANCIA
©Giuseppe
Isgró C.
Cada vez que
un hombre se propone aprender tiene que esforzarse como el que más, y los límites
de su aprendizaje están determinados por su propia naturaleza. Por tanto, no
tiene sentido hablar del conocimiento. El miedo al conocimiento es natural; todos
lo experimentamos, y no podemos hacer nada al respecto. Pero por temible que sea
el aprendizaje, es más terrible la idea de un hombre sin conocimiento.
Carlos
Castaneda
Escudero, -dijo Hidalgo:
Dentro de cada ser, en los cuatro reinos naturales, se
encuentra un conocimiento innato potencialmente infinito, de naturalezas
diferentes.
La primera: el potencial innato exento de experiencia,
que se posee sin saber que se posee; empero, cada vez que se afrontan
necesidades o retos para alcanzar logros, emerge desde el interior, el
conocimiento del qué, del cómo, del cuándo, del quién, del dónde, del cuánto y
del por qué. Con cada logro alcanzado, con cada situación resuelta, se
desarrolla determinado grado de experiencia que optimizan la aptitud
perceptiva, comprensiva y realizadora.
Esa experiencia, a nivel del Espíritu, se presenta como
aptitud, o capacidad de percibir, comprender y realizar. Es la visión que con
solo ver, se comprende; es el conocimiento vivo, de la verdad, en determinado
grado.
Por otra parte, el estudio aporta un conocimiento fruto
de la experiencia ajena que, también amplia la visión del qué, del cómo, del cuándo, del quién, del dónde, del
cuánto y del por qué.
Mientras más se estudia, más se percibe de lo mucho que
se ignora, pero no, todo lo que se ignora, ya que el grado de ignorancia
alcanza las esferas del infinito inagotable, es decir: la infinita ignorancia
que gradualmente se irá transformando en conocimiento y actitud perceptiva,
comprensiva y realizadora, en la eterna polarización.
Adquirir conciencia de la propia ignorancia, va abriendo
la senda de la sabiduría, en forma gradual, sin saltos quánticos, ya la
naturaleza no da saltos, sino todo se rige por ascensos graduales en los
estados de conciencia, en las infinitas estaciones que les son inherentes.
La diferencia entre el que estudia y el que no lo hace, o
lo realiza en forma limitada, es que, el que estudia se da cuenta que no sabe
nada de lo que ignora, aunque no de todo lo que ignora, que, excepto la
Divinidad, nadie podría saberlo. Mientras que, el segundo, que no estudia, crea
saberlo todo, y hasta se cree con derecho de dar consejos a aquel que sabe más
que él.
Ciertamente, Siempre hay alguien con experiencia mayor en
un campo que en otro. En su propia competencia, por su experiencia, cada quien
puede asesorar a cualquier persona que no haya desarrollados dichas áreas de
conocimiento.
Evidentemente, el primero, el que estudia, se enfoca en
el infinito, y percibe que jamás lo alcanzará a absorberlo en su totalidad, por
cuanto mientras asciende va descubriendo nuevos niveles de ignorancia, ad
infinitum.
Empero, descubre, por grado su ignorancia y hacia donde
debe dar el siguiente paso para transformarla en conocimiento y experiencia,
acorde a la verdad relativa, de la que sea capaz, en su respectivo nivel de
desarrollo.
El segundo va dando palos de ciegos, y lo que podría
alcanzar con un solo paso, seguramente, con mil pasos dados, aún debe
descubrirlo.
El qué, el cómo, el cuándo, el quién, el dónde, el cuánto
y el por qué, darán la medida exacta del autoconocimiento para guiarse en el
camino del descubrimiento de la propia ignorancia y la inherente verdad
gradual, paso a paso, sin dar grande saltos.
Empero, con la experiencia alcanzada como suma
existencial, por el estudio y la práctica, al copar cada esfera de
conocimiento, se expande la conciencia perceptiva, comprensiva y realizadora, a
una nueva estación, o grado, depurando el velo de la propia ignorancia, viendo
más claramente, en todo y en el todo.
En ese ascenso gradual por las esferas experiencial, va
siendo habilitado, cada vez más y mejor, para asumir más elevados y exigentes
retos de servicio y realizaciones integrales, dentro del campo de su propia
competencia.
Entonces, cada quien se da cuenta, que percibir mayor
grado de conciencia de la ignorancia que le es inherente, es el camino más
corto para transmutarla e conocimiento, prudencia y sabiduría. Al mismo tiempo,
y en el respetivo grado, se expresará el poder creativo y realizador equivalente
y suficiente para resolver lo que le compete, sin límites de ninguna naturaleza.
Mientras más elevadas las necesidades que se afrontan, y
el reto que se asume, en igual grado extrae de su ser interno el conocimiento y
poder creativo realizador para alcanzar cualquier meta que se anteponga, en
forma ilimitada.
A través de la conciencia de la propia ignorancia, de las
propias necesidades y de los retos asumidos según las inquietudes de los
tiempos, percibe, comprende y realiza los objetivos que les son inherentes devengando
la experiencia como salario cósmico.
Adelante.
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