La pureza de conciencia
©Giuseppe Isgró C.
La pureza de
conciencia facilita la percepción de la Divinidad en grado análogo a la
estación del atributo divino en que se encuentra el ser, de paso, en su eterno
retorno hacia el Ser Universal.
En esa estación,
va recorriendo, circunferencialmente, los estados de conciencia, o valores
universales: amor, afinidad, prudencia, justicia, fortaleza, templanza,
belleza, bondad, orden, armonía, equilibrio, serenidad, paciencia y paz, entre
otros valores, hasta comprender lo que, desde esa posición percibe, hasta
llenar la esfera entera, de realizaciones que aportan la experiencia y el
desarrollo de la aptitud de ver, comprender, hacer o dejar de hacer, en esos
variados niveles, de esa esfera, en sus múltiples estaciones de los atributos
divinos.
Después, un
día, accede en una nueva esfera mental de conciencia, que, nuevamente, la va
llenando de experiencias, y comprensiones, desde abajo hacia arriba, de esa
esfera, hasta colmarla en un giro "espiralico", para luego volver a
trascenderla.
Implica,
mayor grado, aún, de pureza de conciencia, que facilita un nivel más elevado de
comprensión, extraída de la experiencia.
Estado de
conciencia, o valores, y estaciones, o grados de pureza, todo se posee ya, en
sabiduría y poder creador, pero el ser precisa descubrirlo por la experiencia,
ad infinitum, al ir depurando el velo de la separación con la Divinidad.
No hay tal
separación, ya que el Espíritu de cada ser en los cuatro reinos naturales
conforman una unidad indivisa con la Divinidad, siendo la misma Divinidad sin
haberse separado jamás de la Divinidad.
Darse cuenta
de esto, es lo esencial, para encontrarle el sentido a la vida más allá de las
apariencias.
Es entrar en
el movimiento eterno de la esencia; entonces el eterno retorno hacia el Ser
Universal se realiza sin esfuerzo, ya que se recorre el camino, montados en la
carreta divina, con el motor divino, -en el “Círculo y el signo más”-, guiados
por la sabiduría de los atributos.
Entonces, se
participa del Gozo divino, que permite que en todos los tramos del camino
circunferencial de las esferas, sea cual fuere la realidad que se perciba, los
pensamientos que se cultiven, los sentimientos que se experimenten, las
palabras que se expresen o los actos que se realicen, se haga siempre con ánimo
contento, y con ese mismo gozo divino, como si un termostato espiritual
mantuviese estable el grado de contentes anhelado, más allá de las apariencias,
y a pesar de las apariencias.
Trascendidas
dichas apariencias por la comprensión de los estados, en las estaciones, todo
se hace uno: percepción y comprensión, realización y gozo divino, pureza y
conexión perfecta e indisoluble con la Divinidad.
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