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miércoles, 8 de mayo de 2019

Lúcida percepción de Escudero



Lúcida percepción de Escudero

©Giuseppe Isgró C.

Escudero, -dijo Hidalgo:

Lúcida percepción, la tuya,  sobre la necesidad de un cambio en la conciencia humana para alcanzar ascendentes niveles de perfectibilidad. Por supuesto, siempre relativos, pero sin límites algunos.
Empero, cada ser ya posee, en estado de potencialidad infinita, la perfección de los atributos divinos, en sí mismo. Ellos son idénticos a los de la Divinidad, por haber emanado perfecto, cada ser, a la conciencia individual, sin separarse de la Divinidad, y sin dejar de ser la Divinidad. Empero, de lo que adolece, cada ser, es de la experiencia. Igualmente, ignora el potencial infinito que posee.
Pero, la experiencia la va adquiriendo, cada ser, en los cuatro reinos naturales, gradualmente, reconociendo lo que ya posee en sí mismo, en la eterna polarización de un estado de conciencia a otro más elevado, ad infinitum. Hay una cierta correlación con lo dicho por Platón: -"Aprender es recordar".
Podría decirse, que cada ser, en los cuatro reinos naturales, no solamente el hombre, es parte indivisa de la Divinidad, sin separarse jamás de la Divinidad, y sin dejar de ser la Divinidad.
Se comienza a descubrir que esta percepción es una idea existente desde la más remota antigüedad, en, virtualmente, todas las corrientes de pensamientos, tanto orientales como occidentales.
Se llegará a extinguir, o secar, esa corriente de vida y potencial de perfección humana, en algunos seres? Personalmente no lo creo, Escudero.
Intuir que la misma Divinidad funge de auténtica pedagoga en la conciencia de cada ser, nos otorga la confianza sobre la redención humana y la perfectibilidad de los valores morales, tal como lo percibía José Ingenieros, cuando expresa: -“Las Fuerzas Morales se transmutan sin cesar en la humanidad. …Al par de lo cósmico, lo humano vive en eterno movimiento: la experiencia social es  incesante renovación de conceptos, normas y valores. Las fuerzas morales son plásticas, proteiformes, como las costumbres y las instituciones. No son tangibles ni mensurables, pero la humanidad siente su empuje. Imantan las conciencias y fecundan los ingenios. …Son el tribunal supremo que transmiten al porvenir lo mejor del presente, lo que embellece y dignifica la vida”.
Estimo que la Divinidad sabía lo que hacía al emanar a la conciencia individual, en cada ser, ignorando su potencial, pero que, gradualmente, a medida que experimenta necesidades, irán aflorando el conocimiento y el poder creador en grado suficiente, para satisfacerlas.
Cada ser está dotado de la misma ambición de perfección humana, por bondad divina. Antes o después se despertará el gigante que se anida en su interior, reconociendo su propia divinidad, y su existente en cada ser. Cuánto falta para eso? Somos, apenas incipientes aprendices que ignoramos todo lo que ignoramos y que jamás lograremos conocer esa Suma Ignorancia, totalmente, pero, en los nimios grados que la vamos percibiendo, le va dando sentido a la propia existencia, enrumbándonos a su satisfacción gradual.
Por eso los grandes utopistas como Henri Poincaré, Aldous Huxley, H. G. Wells y Georges Bernard Shaw estimaban que será en torno al año 30.000 de nuestra era cuando se comenzará a gestar la nueva edad de oro, en el planeta tierra, época en la cual, según ellos, el tema de estudio principal, en un mayor tiempo de ocio “creativo” serán los valores. Es decir: el soporte de la perfectibilidad humana. Estamos muy lejos de la meta, pero, hacía allá nos dirigimos. Un día tras otro nos acercará más a esa sublime meta. Importante es dirigir hacia ella cada uno de nuestros pasos.


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