OPINIONES E IDEAS,
DERECHOS Y OBLIGACIONES.
©Giuseppe Isgró C.
Escudero, -dijo Hidalgo:
Hay opiniones e ideas, derechos y obligaciones.
Las opiniones y las ideas ajenas se respetan, aun cuando no se
compartan, tal como a cada quien le gusta con las propias. Eso es signo de
madurez mental: el respeto a las opiniones e ideas ajenas, aunque se sustenten
otras de muy diferente naturaleza. Es respeto a la propia dignidad, respetar la
dignidad ajena. Igual respeto implica hacia las propias opiniones e ideas, al
respetar las opiniones e ideas diferentes de las demás personas. Si respetamos
merecemos respetos. Si se falta al respeto ajeno se hace en detrimento del
propio, de la íntima respetabilidad.
Igual ocurre con los derechos ajenos, erga omnes, que implican
la obligación de todos de respetar.
Ahora bien, Escudero: las opiniones pueden ser correctas o
falsas; los derechos, verdaderos, o inexistentes. Si verdaderos, imponen el
respeto ajeno.
A las falsas opiniones, generalmente, el silencio las
extingue, ya que, por sí mismas no son sustentables. Las que han persistido, en
el espacio y tiempo, casi siempre lo fueron a sangre y fuego, en eras oscuras,
o medievales, que luego las generaciones sucesivas, han creído por verdaderas.
Hay muchas que siguen enseñándose como verdaderas, siendo incorrectas, o no
ajustadas a la verdad, que los líderes mundiales deberían tomar cartas en el
asunto para corregirlas. Sería inútil atacarlas, ya que implicaría echarle más
leña al fuego. Al no echarle más leñas, el fuego se apaga por sí solo, en
tiempo oportuno, al hacerse conciencia al respecto. La luz de la conciencia
evacúa la oscuridad. por si sola, con naturalidad.
Aunque las falsas verdades sean sustentadas por reconocidas o
aparentes autoridades, no por eso dejan de ser falsedades, o apreciaciones
incorrectas de las verdades. Eso no ocurre, únicamente, con aquellas doctrinas
que tradicionalmente provienen de trayectorias oscurantistas, no, también
muchas doctrinas que se autoproclaman de luz, que sustentan verdades
inamovibles promovidas por grandes mensajeros de luz, que los seguidores asumen
como verdades irrefutables, son matrices de opiniones sobre las cuales,
realmente, no se piensa a fondo para discernir la verdad. Sus cultores, sin
quererlo, también se transforman en difusores de falsas verdades, creyendo que
las mismas son verdades absolutas porque fueron dichas por un gran maestro.
Durante casi dieciocho siglos los pensadores más importantes
de la historia, en el mundo occidental, creían que era imposible que
Aristóteles pudiese, siquiera mínimamente equivocarse. Y estamos hablando de la
gente que se supone la flor y nata del pensamiento científico o filosófico. Y
sin embargo, Aristóteles se equivocó en muchas apreciaciones científicas. Pero,
eso no desmerece para nada la excelencia del Gran Estagirita, que es una de las
mentes más portentosas de la historia. Él mismo se habría corregido; pero, sus seguidores
consideraban un sacrilegio pensar que se hubiese equivocado. Newton, Galileo y
otros científicos, en torno al renacimiento, comenzaron a percibir la realidad
al respecto.
Por eso, Escudero, no hay que entrar en controversias con
aquellos que no tienen ideas propias y que a todo oponen una cita o comentario
de algún libro o autor famoso, ignorando si lo que citan es correcto o
incorrecto.
La verdad que puede ser dicha no es toda la verdad que es y
que llegará a manifestarse ad infinitum, en el eterno ahora; siempre hay un más
allá. Además de la verdad hoy existente, se le sumarán otras en las infinitas
estaciones de la vida, viendo cada vez más lejos, más clara y correctamente.
No pierdas el tiempo, Escudero, con personas poco capaces de
pensar por sí mismas, buscando corregir su manera de pensar. Ellos son tenaces
en sus opiniones y buscarán convencerte, sin razón, sin ton ni son, y perderás
tu tiempo. Por otra parte, Escudero, aun cuando tú estimes que las demás
personas se encuentren en error, debes respetar su manera de pensar, tratando
de entender por qué piensan de esa manera. Debes respetarle, al igual que tú
anhelas que respeten tus opiniones e ideas, tomando en cuenta que el equivocado
podría ser tú mismo, sin que por ello tu interlocutor no deje de estar, también
en error.
Porqué, Escudero? Es necesario discernir al respecto: Quien
tiene la verdad? Casi todos aquellos que creen tenerla, en absoluto, no la
tienen en absoluto, ya que, en absoluto solo la Divinidad la posee en todas sus
vertientes y variantes. Y es tanto, pero tanto lo que desconocemos, que con el
tiempo, todo lo que conocemos habrá que olvidarlo, y en su lugar ir aprendiendo
cosas más acordes con la verdad. Por eso, es importante respetar las opiniones
ajenas para cultivar la amistad entre las personas de diversas ideologías y
creencias, trascendiendo las diferencias aparentes. Es preciso tolerancia,
respeto, justicia, amor, abandonar toda indebida discriminación, de cualquier
tipo: étnico, espiritual, social, humano, de reinos naturales, ultural, de
actividades, y de cualquier otra índole, respetando las leyes naturales, o de
Derecho natural.
Tomemos nota de lo que estimamos un error, o una falsa verdad,
e investiguemos a fondo sobre el tema, para discernir la verdad. Eso es lo que
hacía Aristóteles cuando se disponía a escribir sobre un tema, o tópico
determinado. Estudiaba a fondo todo lo existente hasta ese momento, para
formarse una idea general y así compenetrarse con todos los aspectos
inherentes, viendo más allá de las apariencias. Si percibes una verdad, es tu
deber exponerla a quien anhele escucharla, para aprender, sin tratar de
imponerla, atacando al error. Las grandes verdades, o ideas, tardaron en ser
aceptadas, y muchos de sus divulgadores sufrieron los rigores de épocas
inquisitoriales. Era una época en que se mezclaba la ignorancia con intereses
creados con una finalidad: hacer olvidar el desarrollo de la cultura clásica,
para mantener la ignorancia entre las grandes masas, que incluía, virtualmente,
toda la humanidad del mundo occidental. Oriente, no sufrió esos rigores y
preservó su legado antiguo de sabiduría: verdadero tesoro de la humanidad. Por
eso bibliotecas como la de Alejandría y la de Córdoba, los dos casos más
singulares, sufrieron los rigores del fuego. La ciencia clásica, las grandes
obras de la cultura griega y la latina, y de otras regiones del mundo, allí
conservadas, se perdieron en gran parte, y el resto, virtualmente olvidado.
Gran labor de los humanistas florentinos del siglo XIV: Petrarca, Boccaccio y
Dante Alighieri, Giotto, Cimabue, la de los Árabes, que fueron una luz en la
oscuridad, en su expansión por diversas regiones del mundo, preservando,
traduciendo y difundiendo las pocas obras clásicas que nos quedan en Córdoba, y
Toledo, España; en Palermo, Sicilia, y Florencia, Italia, y posteriormente, al
desembocar el humanismo en el Renacimiento, italiano, primero, y Europeo,
posteriormente, cada país dio su aporte para recuperar un saber integral
perdido de la antigüedad clásica. Los siglos XIX y XX contribuyeron en la
emancipación de la humanidad de un yugo medieval, que le mantenían, adrede, en
compartimientos estancos de determinada clase de ignorancia. Pero, ese riesgo,
o peligro de una vuelta a acciones tendientes a volver al olvido de los avances
alcanzados en los últimos siglos, no se ha extinguido. Hay señales evidentes de
ello y tendencias que non deben ser disimiles de aquellas causas que, según las
diversas tradiciones históricas, o leyendas, se mencionan como causas de las
desapariciones de diversas civilizaciones como la Atlante, la de Lemuria o Mu,
el continente perdido del océano pacifico, Palmira, y algunas más
recientes. Louis Pauwels, en los
primeros años de la década de los años setenta, sel siglo XX, tuvo una lucida
percepción de esta realidad, al hablar en su artículo publicado en la Revista
Planeta, De un Renacimiento a otro, sobre esta realidad. Nosotros mismos, en
Sevilla, a finales del año 2011, en nuestra conferencia sobre El humanismo, sus
orígenes, causas y consecuencias, analizamos 1.700 años de historia del mundo
occidental, y percibimos como cada determinado tiempo se manifiesta un fenómeno
recurrente de esta tendencia de un regreso a situaciones tipo oscurantistas,
pero, al mismo tiempo, se manifiestan, también, movimientos equilibrantes en la
historia mundial. Pero, los cultores de ambas tendencias, están latentes, allí,
cada uno realizando su labor, hasta que, con el tiempo, se alcance una nueva
edad de oro permanente, que aún está lejana en el horizonte, y que los grandes
utopistas del siglo XX previeron a partir del año 26.000 de nuestra era, y que
debería estar consolidado hacía el año 30.000 de nuestra era, como base mínima
para construir el verdadero desarrollo al que pareciera estar destinado el
planeta tierra, algo que ahora se estaría muy lejos de imaginar. Aun así
Escudero, nada cierto hay al respecto, ya que podría requerirse, todavía, un
lapso mayor para que la humanidad alcance niveles de conciencia adecuados y
acordes capaces de manifestar un mundo ideal que, ahora, estamos muy dejos de
imaginar, en su exacto potencial. Bastaría darle una ojeada al mundo actual
para darse cuenta. Pero, aún así, muchas cosas serán percibidas por una mínima
cantidad de personas. El resto deberá entrenarse para ver más allá de las
apariencias. El ser humano normal, imbuido del atosigamiento existencial que no
le deja tiempo, y la mayoría no desean tomarlo para pensar, solo podrán
percibir algunas de las pocas cosas que permite el encajonamiento en que las
diversas sociedades se encuentran. Por eso la historia es una gran maestra que
permite observar como los ciclos históricos se repiten, cada cierto tiempo, y
que algunas conflagraciones mundiales podrían volver a ocurrir por la
intolerancia en las ideas de espiritualidad, ya que predominarán, en el futuro,
dos grandes grupos: Los tolerantes, de elevada conciencia y cultura; los
intolerantes, encerrados en torno a unos pocos libros, con visión poco lúcidas,
que constituirán una especie de ejércitos
que como hormiguitas trabajarán en cruzadas para mantener épocas medievales. Al
final, todo dependerá del triunfo de los tolerantes o de los intolerantes. He
ahí la importancia de la educación de los valores y de elevados estados de
conciencia en torno al amor, la justicia, la belleza, el respeto, la tolerancia
y la convivencia armónica entre todos. Es una gran tarea la que se tiene por
delante, que trasciende a toda Doctrina individual. Es preciso la unión de
todos.
A todo esto se suma el inmenso riesgo ambiental sobre el que,
gran número de países están tomando conciencia, y carta en el asunto. Pero, es
un peligro latente inminente a corto y mediano plazo. El largo plazo ya llegó, está ahí,
transformado en corto plazo. El deshielo del polo norte como consecuencia del
calentamiento global implica graves riesgos para los cuales pareciera existir
poca competencia para revertirlo, pese a los esfuerzos de unos pocos. Lo más
asombroso, es que, quien toma la palabra para alertar al mundo sobre el
inminente peligro en una estupenda jovencita sueca, Greta Thunberg, centrando la atención en los
jóvenes para moverle a acciones para las cuales estima que no hay tiempo que
perder. Son ejemplos para ser emulados
por los adultos, y sobre todo, por los líderes, que en tal rol, tienen una
inmensa responsabilidad, para las cuales, los nuevos líderes deben prepararse
mejor, trascendiendo intereses grupales que inhiben la creatividad para el
ejercicio de la libertad ética.
Nadie convence a nadie, Escudero. Cada quien debe convencerse
a sí mismo y lo hará al adquirir conciencia de lo que ignora, en determinado
grado, y así en forma gradual, ad infinitum.
Parafraseando a Lao Tse, se podría decir: Cuando percibimos lo
que es la verdad, nos damos cuenta de lo que es la falsedad, en determinado
grado.
Se come cuando se tiene hambre; se duerme cuando se tiene
sueño; se trabaja cuando se tiene ganas o necesidad.
A quien no desea escuchar es inútil hablarle porque estará
orgulloso con su ignorancia, cuya magnitud desconoce, al igual que todos
nosotros. Mientras mayor sea el grado de ignorancia de una persona, por
supuesto, inconsciente, -ya que la ignorancia consciente es una bendición- en
igual grado se manifiesta su convicción de que su verdad, es la verdad. Y
podría ser cierto en determinados casos, pero, no en la mayoría. He ahí la
importancia de la tolerancia y de no perder el tiempo en quienes dicen:
Convénceme usted! No, Escudero, no eres tú el que debe convencerle; es esa
misma persona que debe hacerlo por el estudio serio, por la búsqueda sincera.
Entonces, sí encontrará los labios que le expliquen las verdades que sea capaz
de asimilar. Pero, la vida no deja de ser la auténtica pedagoga que hace
aflorar en la conciencia, lo que cada ser precise, en cada momento. Hay quienes
siguen las inspiraciones; y quien hace caso omiso.
Por eso Escudero, ejemplos de ese tipo deben ser luz para ti,
no emulando conducta igual, creyendo que tu verdad es inmutable, o la verdad.
Todo cambiará, paralelamente a que cambia la propia conciencia y se percibirán
nuevos aspectos de la verdad, antes inadvertidos. De ahí, que siempre hay que
respetar las opiniones ajenas, aunque no las compartamos ni estemos de acuerdo
con ellas.
Eso sí, Escudero, es nuestro derecho y obligación, impartir la
verdad tal como la concebimos y hasta el grado en que la asimilamos. Hagamos
caso omiso de las falsas verdades, sin importar que autoridad histórica la
sustente. Debemos forjarnos ideas propias, aunque nos equivoquemos una o mil
veces. Parafraseando a Confucio, podríamos decir: No hay que vanagloriarse de
nunca equivocarnos, sino de enmendar el error cada vez que lo percibimos. Es
preciso perfeccionar el arte de ver más allá de las apariencias y observar las
cosas tal como son.
Y una cosa más, Escudero: Jamás olvides reconocer la verdad
cuando cualquier persona la expresa, como te gustaría que lo hicieran contigo.
Son muchos los que, percibiendo la verdad en los dichos ajenos, rehúsan
reconocerla por falsos prejuicios. No, Escudero, reconocer los méritos ajenos
enaltece a la persona, demuestra su madurez y nobleza de carácter. Somos todos
aprendices, Escudero. Pero, por sobre todo, hay que ser buenos aprendices. La
Gran pedagoga es la Divinidad. Hay que adquirir conciencia de la conexión
divina, siempre existente con ella, como fuente de luz, amor, justicia,
belleza, fortaleza, templanza y tolerancia. También, de humildad. La Divinidad
enseña en silencio, en forma permanente, en la conciencia de cada ser, por el lenguaje de los sentimientos.
Adelante.
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