LA PAPA PELADA, ESCUDERO
©Giuseppe Isgró C.
Hace ya algunas décadas, Escudero, oí a alguien decir a un
joven que parecía ser su discípulo:
-“Tienes dentro de ti el poder de comprobar cada enseñanza que
refleja la verdad universal. Tú, deberás confiar en ti mismo en la búsqueda de
la esencia de la vida, discerniendo entre la paja y el grano. Debes
transformarte en un creador esencial de la naturaleza, secundando a la
Divinidad en la obra de la expansión universal. Debes realizar tu propia
búsqueda y adquirir la experiencia vivificante extrayendo de la esencia divina
que yace dentro de ti, la sabiduría de los atributos divinos y el poder creador
potencialmente infinito, en el grado precisado por cada situación que afrontes
y supere, exitosamente”.
Luego, antes los ojos asombrados de su discípulo, siguió
diciendo:
-“Jamás espere la papa pelada. Escoge el terreno adecuado, la
mejor semilla y siémbrela. Luego, coséchela, pélala y cómela a medida que
tengas hambre y anhelo de saborear un rico manjar que te sabrá a gloria, porque
es el fruto de tu trabajo y dedicación”.
Recuerdo las preguntas con que abordó Jacques Bergier a
Fulcanelli, a finales de los años 20, del siglo XX, cuando al saber que el
personaje que visitaba a su maestro era el famoso alquimista, comenzó a
formularle una gran cantidad de preguntas. Fulcanelli le respondió a Bergier:
-“Usted lo que quiere que, en breves segundos, le explique 3.000 años de
investigaciones alquímicas”. Es decir: la papa pelada. Es muy fácil.
Paradójicamente, cada día, es factible toparse con personas
que se toman poco en serio la búsqueda de la verdad, y cuando intuyen que
alguien podría tener determinados conocimientos, desafían a cualquier
interlocutor que incurre en el error de querer convencer a alguien que no desea
serlo, sobre ningún tema para el cual no desea tomarse la molestia de estudiar
el tema a fondo, ni le interesa a hacerlo, salvo el de demostrar su propia imbecilidad,
dicho, Escudero, con todo respeto. Son personas que no tienen la culpa, pero si
alardean de muchas cosas, aún de su ignorancia. Esto es signo de sabiduría, si
fuera una demostración sincera. No Escudero, si hay alguien que cree saber
demasiado, es precisamente aquel que sabe poco, ya que ese poco, para él
representa un mucho casi infinito. No, realmente, este tipo de personas, no
tiene un grado elevado de conciencia de su propia ignorancia, ya que, de otra
manera, haría preguntas inteligentes, no que le ahorren el camino por recorrer,
sino que le señalen el que hay que recorrer hasta alcanzar la meta del
conocimiento.
No hay que esperar la papa pelada, Escudero. Hay que fajarse
para, después de cosecharla, pelarla por sí mismo, confiando en que se tiene la
aptitud para elegir la mejor, entre el montón disperso y al alcance de la mano.
Por algo, cada día, mayor número de personas, y sobre todo, de
jóvenes, no desean aprovechar la experiencia de otros, sino hacer su propia
experiencia. Sin embargo, Escudero, es preciso evitar los extremos: ni tanto ni
tan poco. Hay que aceptar la perla que nos ofrecen, a diario, gente altruista,
al facilitarnos el fruto de su propia experiencia. Esa es la razón, que el
estudiante aprovechado, más que hablar en exceso, escucha en demasía. Cada
persona es un libro abierto y a menudo, sin percatarse de ello, nos ofrece
enseñanzas que, no sabemos, cuantas existencias le ha llevado conseguirla, con
esfuerzo, estudio asiduo y práctica constante.
Cuantas veces no nos encontramos con personas que jamás
habíamos visto, que a lo mejor han venido de otro continente, y de repente se ponen a hablar de cosas que ni
ellas mismas saben por que lo hacen, y lo que dicen, o han dicho, ha respondido
a preguntas que desde hacía mucho tiempo, uno se formulaba, y esa persona, sin
saberlo, ya que, la mayoría de las veces, después de decir lo que tenían que
contar, se van sin percatarse del bien que han hecho a su paso.
Por eso se suele decir: Cuando la persona está preparada –para
recibir la enseñanza- aparece quien la puede propiciar.
Recuerda, Escudero, quien sabe no habla, quien habla no sabe,
sobre todo si se excede hablando más de la cuenta.
Con todo, muchas veces nos dan la papa pelada y cuantas veces
no sabíamos que era una papa, ni que estaba pelada.
La luz del conocimiento, fruto de la experiencia, es una guía
segura para discernir entre la verdad y el error, más allá de las apariencias.
La gente que de verdad sabe, no alardea. Si alardea, no sabe.
La mayoría de los que saben, enseñan silenciosamente, casi sin
proferir palabras algunas; muchas veces con el ejemplo, con su actitud, con su
sonrisa, con su pasmosa calma y serenidad, con la luz que brilla en sus ojos,
que son dos ventanas abiertas del alma, o mejor dicho, del Espíritu.
No esperes que te den de gratis lo que requiere esfuerzo
adquirir, dedicación y estudio, trabajo y constancia, determinación y voluntad
inquebrantable de superar hasta lo imposible para hacer que el anhelo que
transforme en posibilidad manifiesta, en el aquí y ahora, o en el tiempo
perfecto de Dios, ad infinitum, en el eterno camino de retorno al Ser
Universal.
Observa, Escudero: la papa pelada ya la poseemos en esencia,
dentro; no hay que buscarla fuera. Es preciso transcender el velo de la
separación y ver lo que siempre estuvo allí para ser visto, hasta que, la
intención sosegada, lo permita, por la unificación de la conciencia objetiva y
subjetiva: la humana y la divina. En esencia una y la misma cosa, en el Uno. Aquí
y allá; esto o aquello, que diferencia hay? Son estados de conciencia en las
infinitas estaciones de la vida. La papa pelada: ya la tienes; a qué buscarla
fuera? El velo de la “separatividad” se puede depurar y es preciso hacerlo, en
el aquí y ahora. Este es el momento, tú eres el ser: tuya es tu misión; tuyo,
el salario cósmico.
Adelante.
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