Conductores de hombres
y la reconciliación con su conciencia
y destino divino.
©Giuseppe Isgró C.
Escudero, -dice Hidalgo-:
Los conductores de hombres deberían
ser más cuidadosos con el ejemplo que dan, sin que esto signifique juzgarlos,
ya que esa es una tarea de la propia conciencia de cada quien y de la
Divinidad.
Muchos se olvidan que están siendo
observados, y si supieran la indignación que causan muchas de las palabras y
acciones que ejecutan, la vergüenza que experimentarían le harían esconderse en
lo más profundo de la tierra y no salir de ella jamás, hasta depurarse, una vez
que vuelvan a recuperar la dignidad humana, y la divina, también.
La cuestión es que, muchos sí de dan
cuenta de su indignidad y de la que provocan en sus semejantes, pero, de
momento le produce gracia, hasta que la Divinidad tome lugar en su conciencia,
que la tomará, y cuando esto ocurra, ya no tendrán paz, hasta que se depuren,
en el tiempo perfecto de Dios, que nadie escapa a su acción pedagógica, y tarde
o temprano, deberán enderezar los entuertos que causan. A qué sirve, entonces,
tanto alboroto, si al final no le va a servir de nada, y los platos rotos,
tendrán que pagarlos. O, acaso, muchos de ellos creen que saldrán limpios de
polvo y paja de esto?
Yo no lo creo, Escudero. El
escarmiento que le espera a los conductores de hombres que equivocan el camino,
es que a su vez pasarán a las manos de un capataz, cual aquel Manuelote, en el
Hato La Calzada, que forjó al Catire Páez como el hombre más digno de
Venezuela, el que lo dio todo para hacer grande a Venezuela.
La diferencia, es que Páez siempre
fue un hombre digno, y se encontró con Manuelote a la medida. Pero, el Hato de
la Divinidad, hay Manuelotes para todos los descarriados, en el decir de
Maimonides, que escribió la Guía de los descarriados para reencontrarse con la
Divinidad.
Eso es lo que cada conductor de
hombre debe hacer, en el planeta tierra, donde se observan tantos descarriados
en funciones de mando, conectarse con la Divinidad, y con su conciencia, para
que sus pensamientos, sentimientos, palabras y actos, sean virtuosos,
como los que pregonaba, Escudero, Don Quijote de la Mancha, y su escudero,
Sancho Panza.
Yo se, Escudero, que tú eres un
hombre que sabe recapacitar y reconciliarte con tu destino divino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario