RECUERDA,
ESCUDERO
©Giuseppe Isgró
C.
Recuerda Escudero, que las respuestas suelen estar dentro, no
fuera. Dentro de la propia conciencia: allí habla la Divinidad, por
inspiración, y por el lenguaje de los sentimientos análogos a los valores
universales, o atributos divinos: el amor, la prudencia, la justicia, la
fortaleza, la templanza y la belleza, entre tantos otros.
Hay que enfocar la mente hacia dentro, en conexión con la
Divinidad, en silencio y en meditación.
Es un trabajo solitario, constante, con actitud de percibir,
comprender y realizar.
Si hablas, interrumpes la conexión; si descentras la atención
de lo que importa, se desaprovecha el mensaje interior: el inspirativo y el
intuitivo. Es preciso discernir la diferencia: en el primero, es la divinidad,
o cualquier ente espiritual, encarnado o desencarnado, de los cuatro reinos
naturales, que inspira. El intuitivo, es el propio Espíritu, en proyección
espiritual, o desdoblamiento, que percibe, en propio archivo, o en el de
cualquier ser que contenga la información, o en cualquier lugar físico en el
que se encuentra, en este planeta o en incontables otros, hasta donde las
fuerzas y la autoridad moral alcance. Percibes la información y la transfieres
a la conciencia objetiva. Es preciso relajarse a fondo y plantearse preguntas
precisas sobre el qué, el cómo, el cuándo, el dónde, el quién, el cuánto y el por
qué.
El estudio es personal, silencioso, individual. Permite
aprender a leer en el libro de la vida y escuchar al único maestro: la
Divinidad, a quien hay que formular las preguntas de tú a tú, reconociéndote en
Ella (la Divinidad) y reconociéndola en ti, formando la perfecta y eterna
unidad indisoluble, trascendiendo el propio ego, con desapego. Emulando a la
naturaleza que realiza su trabajo silenciosamente, no quedando nada sin hacer,
en el eterno ahora.
Como decía Ramana Maharshi, cuando la conciencia habla a la
conciencia, qué más se puede decir?
Adelante.
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