UN
PODER MORAL
©Giuseppe Isgró C.
Arthur Schopenhauer estableció tres tipos de poderes,
sustentados por lo que se es, por lo que se tiene y por lo que se representa.
La
autoridad de lo que se representa, en primer lugar, es la que confiere la
titularidad de un cargo determinado. Un juez, por ejemplo, verifica su
competencia por la materia, por la cuantía y por el territorio, entre otros
elementos inherentes.
El
poder de lo que se tiene, es de relevante importancia; empero, dada las
variaciones de la fortuna, podría, en un momento dado dejar de tenerse. Ahí es
donde entra en escena el poder más importante: lo que se es.
Quien
ha sido capaz de crear una fortuna, en un momento dado, podrá volver a crearla,
si tuviese que empezar de nuevo, desde cero, a cualquier edad. Pitaco, uno de
los siete sabios, en cierta época, expresó: -“Todo lo llevo conmigo”-.
Decía
José Ingenieros: -“Algo necesita cada ser humano de los demás: respeto. Debe
conquistarlo con su conducta”. Luego agrega: -“La independencia moral es el
sostén de la dignidad. Si el hombre aplica su vida al servicio de sus propios
ideales, no se rebaja nunca”.
La
autoridad moral, además de estar sustentada por un dominio del arte, en todas
sus vertientes o variantes, en el rol que se desempeña, viene dada por la
experiencia adquirida a lo largo de la propia carrera y por los triunfos
obtenidos en situaciones favorables o adversas. Sobre todo, por la probidad que
se ha demostrado en las vicisitudes propias del rol humano.
Mantener
la propia conducta dentro de los parámetros de los valores universales, como
práctica de todas las virtudes, obteniendo los mejores resultados factibles en
las situaciones menos favorables, en forma repetitiva y constante, otorga la
autoridad moral frente al entorno.
Evidentemente,
la autoridad moral también se granjea la preferencia de los conciudadanos a la
hora de elegir los servicios que les son inherentes a quien la sustenta, en
todas las variantes y vertientes sociales.
La
autoridad moral de un Rómulo Gallegos, cuando en la hora menguada de su carrera
política, en forma obstinada y digna, con firmeza y decisión, rehusó regir su
conducta presionado por los actos de violencia ejercidos por quienes buscaban
negociar con él, su renuncia o un cambio de gabinete. Es admirable la
demostración de valentía de Rómulo Gallegos, aunado, todo ello, a la probidad
en el manejo de sus cuentas públicas.
Decía
Séneca, que la vergüenza es un elemento de advertencia coercitiva que mantiene
a la persona dentro de los parámetros de la autoridad moral.
Quienes superan el escenario de las virtudes, experimentan silenciosa vergüenza, como acción coactiva de la conciencia. Pero, siempre se está a tiempo de rectificar, en el eterno ahora.
Quienes superan el escenario de las virtudes, experimentan silenciosa vergüenza, como acción coactiva de la conciencia. Pero, siempre se está a tiempo de rectificar, en el eterno ahora.
Las
generaciones emergentes se inspiran en los actos ejemplares de Cicerón, Marco
Aurelio, Arrio, Apolonio de Tiana, Homero, Confucio, Platón, Sidharta Gautama,
Plutarco, Saladino, Cervantes Allan Kardec, Victor Hugo, Andrés Bello, José Mazzini,
Alexis Carrel y Paul Brunton.
Luz
fulgurante es para los nuevos conductores de la Patria la que emiten personajes
descollantes como Simón Bolívar, Francisco de Miranda, Andrés Bello, José
Antonio Páez Herrera, Rafael Urdaneta, Antonio José de Sucre, Cecilio Acosta,
Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita, José Antonio Giacopini
Zárraga, Arturo Uslar Pietri, por nombrar sólo algunos.
La
juventud que emerge, con renovados ideales revitaliza a la sociedad. Los viejos
jerarcas que ya han dejado de ser útiles al progreso luminoso, y armonioso,
dejarán paso libre a nuevos estados de conciencia, de bienestar, crecimiento
personal y riqueza integral.
La
historia debe estudiarse y enseñarse, para emular los grandes caracteres que
han ostentado la autoridad moral que guía y dignifica.
Es
preciso recordar, también, la autoridad moral del profesional, o del experto,
en un determinado arte, o ciencia, que le faculta para obtener los mejores
resultados a favor del mercado en que actúa, obteniendo elevados y justos
honorarios, o salarios, por sus prestaciones. Generalmente, este tipo de
persona forma parte del 20% de la sociedad que obtiene el 80% de los resultados
factibles, en todo lo que realiza.
La
justicia divina nivela, por la ley de afinidad, por la de compensación y la de
la igualdad, todo lo que debe ser nivelado y coloca, en su justo lugar, cada
persona y cosa, estableciendo, oportunamente, el orden perfecto y la armonía
cósmica. Cada quien recibe su respectivo salario cósmico.
Aquí
y ahora, en el planeta tierra, y en cada persona, se establece el orden divino
y la armonía cósmica. Hecho está. Así es, así será. Seamos canales de la Luz del Creador Universal.
Adelante.